Si bien la reposición de piezas ausentes mediante implantes dentales tiene un porcentaje de éxito que supera el 90%, este tipo de tratamientos no está exento de complicaciones que pueden hacerlo fracasar.
Cuando se coloca un implante dental en el hueso maxilar comienza un proceso que se denomina osteointegración, el cual consiste en la unión directa, estructural y funcional entre el implante dental y el hueso alveolar.
Para conseguir el éxito de este proceso de integración, al colocar el implante debe haber una estabilidad primaria que garantice dicha unión, y hay que esperar un mínimo de tres meses hasta poder cargar el implante con la prótesis definitiva.
Complicaciones con la integración del implante en el hueso
Adicionalmente existen una serie de factores de riesgo que pueden influir en dicho proceso de osteointegración. Estos factores son principalmente el tabaquismo, ciertas enfermedades sistémicas como la diabetes, la cantidad y la calidad del hueso y la ingesta de ciertos medicamentos, entre otros.
Una de las complicaciones tempranas durante el período de osteointegración, es la movilidad del implante provocando la pérdida de anclaje al hueso. En ocasiones, las causas de este fracaso son desconocidas, implicando la necesidad de repetir la fase quirúrgica, y en ciertos casos, replantear el tratamiento.
A medio y largo plazo también pueden aparecer complicaciones que impliquen el fracaso del implante, como es la periimplantitis. El hecho de que el implante se haya integrado en el hueso en un primer momento no implica que no pueda fracasar posteriormente. Las causas del fracaso son múltiples, y muchas desconocidas: factores relacionados con la oclusión, con la higiene defectuosa, con la falta de revisiones periódicas, factores intrínsecos a la propia biología del paciente, etc.